Acompañamiento emocional


Cuando leemos, nos formamos y nos damos cuenta que los premios, los castigos, las amenazas, los chantajes... no son formas adecuadas de educación a pesar de estar muy instaurados en nuestra sociedad, suele surgir una duda "y entonces ¿no hago Nada?, ¿dejo que se hagan daño?, ¿que hagan lo que quieran?..." esto es el otro extremo del autoritarismo y el control: el dejar hacer, y tanto uno como el otro, no benefician a los niños y niñas. 




Y entonces os preguntaréis ¿qué se puede hacer? pues acompañar con respeto. Aunque pueda parecer que ante un conflicto o un estado emocional intenso, apenas "estamos haciendo nada" puesto que el adulto no aplica ninguna venganza, ni hace que el niño o niña lo pase mal "para que aprenda"; acompañar implica conocer las etapas del desarrollo (para saber lo que es natural en cada etapa), saber diferenciar la emoción (que es totalmente aceptable, sea la que sea) de la conducta (la acción: hacer daño, morder, cruzar sin mirar...que puede no ser adecuada), conocer la necesidad básica no cubierta que hay bajo la conducta, y ayudarle a reconocerla (y satisfacerla si es posible) y la emoción, así como enseñarle que hay otras de expresar lo que siente y necesita de forma diferente a la que ha realizado...

Y todo ello acompañado de nuestro lenguaje corporal que acoge, de nuestra autoobservación para diferenciar lo que "es nuestro" y lo que corresponde al niño, así como de un amor incondicional (te quiero y respeto con independencia de tu comportamiento)...
Y todo esto es más complejo que decir "al rincón", "nos vamos", "no se pega", "estate quieto" o ignorar al niño o niña... Acompañar es ofrecer herramientas para que reconozcan sus necesidades, se expresen y defiendan desde el respeto.


Las formas de control como el castigo, los premios, las amenazas... pueden funcionar a corto plazo, pero ¿a qué precio? Acompañar ofrece herramientas para relacionarse no sólo a corto plazo, también pensando en el futuro.


Cuando apostamos por un acompañamiento emocional respetuoso, podemos preguntarnos  ¿qué hago ante un conflicto? En la imagen podemos ver de una manera resumida (y sin que sirva de receta, ya que lo que se resume en una frase requiere un conocimiento del desarrollo, de cómo acompañar...) qué  aspectos tener en cuenta con ambos implicados. 
Como adultos, con nuestro hacer (teniendo presente lo que transmitimos a través del lenguaje no verbal, nuestro tono, postura, gesto... nuestras acciones), nuestro decir, nuestro pensar, nuestro sentir estamos sentando las bases de cómo ellos podrán resolver los conflictos por sí mismos. Para respetar y ser respetados.

Por supuesto, es más complejo y requiere de más tiempo e implicación por nuestra parte que castigar, ignorar, premiar... pero creo que es necesario apostar por un verdadero acompañamiento emocional enfocándonos en el presente y a largo plazo.


Los castigos, los premios... suelen ser eficaces a corto plazo, pero no a largo plazo. Que algo sea "eficaz" no significa que sea lo más adecuado ni que responda a lo que realmente buscamos cuando utilizamos un método autoritario para cambiar algo que no es adecuado ¿a qué me refiero?
Cuando castigados o premiamos, realmente queremos que el niño o la niña dejen de hacer lo que hacen, pero no solemos darnos cuenta del porqué nos gustaría que dejaran de hacer lo que hacen, con qué motivos.

Si utilizamos medidas coercitivas el niño o la niña dejará de hacer lo que hace (al principio) pero los motivos que les llevará a hacerlo estarán basados en el miedo al castigo, en las posibilidades de que les pillen, en el beneficio que pueden sacar de la situación, es decir, en sí mismos (y no en  sí mismo + en los otros). Esto fomenta el egoísmo en vez de la empatía (resulta paradójico porque se supone que es lo que se persigue o desearía cuando un adulto utiliza el castigo ¿no?) Cuando acompañamos emocionalmente los conflictos (en el muro podéis ver más ilustraciones sobre este tema y también en mi libro Ser niños) favorecemos que el niño o la niña se pregunte si lo que hace o no hace le afecta a sí mismo y a los demás, cómo se sentirá la otra persona si hace X, si es o no adecuado hacerlo... De esta forma progresivamente se va fomentando un desarrollo moral desde una regulación interna. Pero para favorecer este desarrollo el adulto debe de estar presente en las situaciones y acompañarlas, conocer el desarrollo, validar las emociones, favorecer un vínculo seguro y satisfacer sus necesidades, ayudar a que descubran las necesidades no cubiertas y otras formas de expresarlas de manera respetuosa, ser ejemplo, favorecer un clima cooperativo y ajustándose al desarrollo de los niños y niñas acompañarles en una reflexión conjunta para que descubran y tengan en cuenta también los puntos de vista de los demás.
Cuanto el niño o la niña vaya a hacer algo... ¿qué quieres que se pregunte?


Ante un conflicto, ante ese niño o niña que "se porta mal", ante una mala contestación, una emoción expresada de forma muy intensa... ¿nos quedamos en la barca centrándonos en la conducta observable o nos tiramos al agua a indagar qué necesidades no cubiertas hay debajo de esta?


El rincón de pensar, time out, tiempo fuera, aislar, ignorar... es una técnica que todavía se utiliza cuando los niños o niñas hacen algo que no nos gusta o no nos parece adecuado, con el objetivo de que estando aislado, el peque reflexione, piense, centre su atención en lo que ha hecho, se arrepienta... Pero lo cierto es que estando solo no va a reflexionar ni a centrar su atención sobre lo que ha ocurrido o ha dejado de ocurrir...
Si el niño o la niña es pequeño, y si tenemos en cuenta sus características del desarrollo (que no han adquirido la teoría de la mente, que no pueden ponerse en el punto de vista del otro, que no pueden reflexionar antes de actuar, que sus emociones intensas deben de ser acompañadas, que para favorecer progresivamente la reflexión necesitan el acompañamiento de un adulto...) el rincón no le va a servir para pensar ya que necesitan el acompañamiento de una persona adulta, necesita que el amor sea incondicional, por lo que son momentos en los que precisamente más nos necesitan. Estando solos no se soluciona nada, no se ofrecen herramientas... Pero sí que aporta consecuencias negativas a largo plazo.
Si  el niño o la niña es más mayor, sus pensamientos en el rincón se centrarán en la venganza, en el odio hacia el adulto que lo ha castigado (lo que generará más "luchas de poder" o bien sumisión) 
Enviándolos al rincón no nos centramos en las soluciones, en qué aprendan del error o en darles herramientas; en cambio se favorece que aprendan a valorar sus acciones según los costes / beneficios que encuentren hacia sí mismos (en vez de centrarse en el respeto hacia todos), favorecemos sin quererlo un modelo en el que gana el más fuerte, hacia el egoísmo, cuando, paradójicamente, se utiliza el castigo creyendo que el niño o la niña centrará la atención hacia el desarrollo moral, el respeto y la reflexión. ¿entonces qué podemos hacer?, Pues acompañar: descubriendo las necesidades no cubiertas que hay bajo una determinada conducta, comprendiendo, dándoles herramientas, favoreciendo una reflexión conjunta... 


Muchos adultos utilizan el amor hacia los niños y niñas como moneda de cambio en función de su comportamiento o sus logros. Si hacen lo que el adulto espera, le ofrecen amor, si hacen lo contrario, el amor se retira de múltiples formas (ignorando, diciéndolo explícitamente e incluso en sus formas más graves, pegando) pero ¿qué mensaje les llega realmente a los niños y niñas cuando el amor tiene condiciones?
-Que el amor y el dolor es algo parecido o que puede ir acompañado.
- Que quien "te quiere" puede hacértelo pasar mal.
-Que debes hacer lo que otra persona quiere para recibir su afecto.
-Que el amor dura mientras hacemos lo que la otra persona quiere (por encima de nuestras necesidades, deseos...)
-Que el amor se da o retira en función de nuestros pensamientos o necesidades...
El amor es una necesidad básica de los seres humanos, y más evidente si hablamos de niños y niñas, por lo tanto el amor debe de ser incondicional, pase lo que pase. ¿Eso significa que pueden hacer lo que quieran y nosotros no hagamos nada? 
No, eso significa que el amor que los niños y niñas reciben debe de ser incondicional, que debemos de distinguir entre el comportamiento y lo que los niños y niñas son (que podemos no estar de acuerdo con su comportamiento pero los seguimos queriendo por encima de todo), que debemos de acompañarlos en su desarrollo y por su puesto también en las situaciones intensas, que validamos sus emociones (todas sus emociones son válidas, igual que las nuestras y se deben reconocer, pero no por eso son adecuadas todas la conductas), que comprendemos qué necesidades hay tras estas situaciones, les ayudamos a identificarlas y darles respuesta, que reflexionamos con ellos... pero dejando claro que nuestro amor hacia ellos no tiene condiciones que les seguimos queriendo pase lo que pase, hagan lo que hagan, porque debemos poder ser el puerto al que se dirijan y  en el que encuentren la calma cuando están en plena tormenta o tras ella; el lugar en el que siempre encuentren seguridad...


Las amenazas, los castigos, los premios... pueden ser eficaces a corto plazo (aunque ya sabemos que a un precio emocional muy alto) pero estos "resultados" a corto plazo también sabemos que no se mantienen en el tiempo, es lo que se conoce como "habituación al castigo", es decir, cada vez cuesta más encontrar algo desagradable o impedirles hacer algo agradable para hacerles sufrir cuando hacen algo que no nos gusta con el objetivo de cambiar su comportamiento (así escrito suena muy fuerte la definición de castigo, pero realmente es eso).
Si pensáis que esto son teorías y que depende de quién las escriba dirá una cosa u otra, os remito al libro de Alfie Kohn "Crianza incondicional" en el que se recogen estudios al respecto.

Entonces si no usamos amenazas, ni castigos, ni premios... podéis preguntaros ¿qué hay que hacer?, ¿nada?, ¿dejar que se hagan daño?, ¿qué hagan lo que quieran?... Pues ni un extremo ni el otro, lo que hay es que ACOMPAÑAR esas situaciones, Kohn lo denomina cambiar de "hacer a" los niños cosas a "trabajar con" los niños y niñas en estas situaciones. 
En otras publicaciones ya lo he desarrollado de una forma más detallada pero vuelvo a resumirlo por aquí. Acompañar implicaría conocer el desarrollo (lo que es normal y esperable en cada etapa, porque ayuda mucho a diferenciar si "se están portando mal" o nuestras expectativas están equivocadas, si esperamos de ellos algo que no es posible...); implica diferenciar las emociones (todas son validas) de la conducta (no tiene por qué ser adecuada), comprender que tras la conducta o la emoción hay una necesidad que no está cubierta (y lo están expresando de la forma que saben hacerlo) y tras esto, AYUDARLES (lo que Kohn denomina "trabajar con") a reconocer sus emociones y necesidades (darles respuesta si es posible) y mostrarles otras formas de expresar sus necesidades de una forma más adecuada o respetuosa. 
Como véis el camino es más complejo que simplemente premiar o castigar, pero les aporta herramientas que favorecen su comprensión, la comunicación, el respeto y el desarrollo moral.


No nos importa que los niños y niñas rían, se sorprendan... incluso lo favorecemos... pero ¿qué ocurre normalmente  cuando un niño o una niña está triste, tiene miedo o se enfada? Habitualmente negamos sus emociones, distraemos su malestar... pero esto no es lo más adecuado para su desarrollo emocional, porque las emociones que no se expresan, que se niegan, que se distraen... no desaparecen, siguen existiendo se siguen sintiendo, se "acumulan", generan angustia y, en ocasiones, encuentran su salida en forma de agresión, tics, trastornos del sueño... A los niños y niñas les debe de llegar el mensaje de que todas las emociones son válidas, que respetamos lo que sienten (aunque no necesariamente su conducta) es lo que se conoce como VALIDAR las emociones. 
Aunque tenemos que ser conscientes de que validar las emociones no va a cambiar las cosas en la mayoría de los casos, no va a hacer  que cambie su comportamiento, que dejen de tener miedo, o que se pase su enfado; pero sí que cambia cómo se sienten, se van a sentir seguros sintiendo lo que sienten (sin culpa por sentirlo, sin miedo de sus propios estados emocionales), además nos conecta con ellos, favorece nuestro vínculo porque se siente comprendido.

Validar las emociones favorece que los niños y niñas sigan adelante, entiendan que las emociones son pasajeras, que son los autores de sus sentimientos. 

Laura Estremera Bayod 

Sí quieres profundizar en este y otros temas puedes leer mi libro Ser niños acompañados


También puedes realizar mi curso on line de la Escuela Bitácoras "Acompañamiento emocional" o asistir a las charlas para familias y talleres para profesionales que realizo por diferntes puntos geográficos.