El rol del maestro. Transformando la escuela 4/10
A través de 10
artículos quiero invitar a la reflexión sobre si lo que se hace
tradicionalmente en la escuela es lo más adecuado para el niño y la niña. En
estos artículos, en los que iré abordando diferentes temas, me gustaría poder
ofrecer una mirada que invite a transformar la escuela tradicional en una
escuela centrada en los niños y niñas, una escuela centrada en sus necesidades
reales.
Laura Estremera Bayod
Feliz lectura, Laura
Estremera.
A lo largo de los 3 artículos anteriores hemos podido ver
por qué es importante una escuela centrada en cada niño y en cada niña, ya que
vimos a través de la teoría del desarrollo cognitivo cómo aprenden, y que para
ello necesitaban hacer, decidir, tener en cuenta su deseo, entrar en contacto
con diferentes materiales y propuestas concretas, manipulativas, hasta
secundaria; y por supuesto que aprendían de una forma activa, no siendo meros
receptores de información. Pero para que todo esto pudiera respetarse dentro de
la escuela era importante transformar el espacio para que pudiera dar respuesta
a todo lo anterior. Y lógicamente si todo lo anterior cambia, el rol del
maestro y la maestra, también cambia.
En primer lugar, un cambio en la escuela exige un cambio en
la mirada del adulto hacia la infancia, una mirada que respete el desarrollo natural,
que confíe en él, en que los niños aprenden por sí mismos y de una forma activa
si encuentran las propuestas adecuadas.
Tradicionalmente, el maestro o la maestra es el eje central
del aula, el protagonista, no hay más que ver la distribución clásica de un
aula en la que todas las mesas se dirigen hacia la pizarra, donde el adulto
imparte la lección y los niños y niñas escuchan, aunque también puede ser más
sutil y realizar la misma dinámica sentados en el suelo en una asamblea, donde
realmente el adulto transmite información y los niños y niñas la “absorben” de
una forma pasiva.
Pero si tenemos en cuenta la individualidad, cómo aprenden y
cómo el ambiente puede favorecer en todo esto, nos damos cuenta de que el rol
del adulto debe de ser diferente, debe de ser un facilitador de experiencias, de oportunidades de aprendizaje para
que cada uno pueda alcanzar los conocimientos.
Debe de ser un acompañante de los procesos naturales, pero
para ello:
- * Debe de conocer el desarrollo en todos los
niveles.
- * Debe de conocer materiales diversos para que los
niños y niñas puedan llegar por sí mismos a los aprendizajes.
- * Debe de ser capaz de ofrecer propuestas diversas
para respetar la motivación intrínseca.
- * Debe de ser flexible y adaptarse a los
diferentes ritmos, acompañando a cada niño y niña.
- * Debe de entender que todo esto no puede estar
programado de antemano.
Además el adulto es la figura
de referencia del aula con la que los niños y niñas crean un vínculo, nadie
aprende en un entorno hostil, donde no se es querido o aceptado, da igual la
edad que tengas. Por lo que la parte afectiva de cada niño y cada niña debe de
ser tenida en cuenta y no sólo la parte cognitiva como se hace
tradicionalmente.
El maestro o la maestra son observadores tanto de cada niño o niña como del grupo, de esta
forma observando el juego y cómo utilizan los materiales o propuestas conocen
las necesidades reales, el momento evolutivo en el que se encuentran, qué
necesitan y qué podemos ofrecerles, la evolución…
Y con la información recogida a través de la observación,
puede organizar el aula como
ambiente de aprendizaje tal y como os expliqué en el artículo anterior, así
como las propuestas y presentar los materiales que cree oportunos.
Sin olvidar que la formación y reflexión continua siempre
debería de estar presente en nuestra profesión.
Laura Estremera Bayod
Maestra de audición y lenguaje, Educadora infantil y Psicomotricista.
Autora del blog Actividades para el primer ciclo de educación infantil, del libro CRIANDO (de descarga gratuita) y del libro SER NIÑOS ACOMPAÑADOS.
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Imagen de portada de la jornada “Senderos, Escuelas que acompañan”