Creando con arcilla, plantas, ramas y más (provocación)
Si os habéis fijado, llevo ya un tiempo en el que me gusta
preparar “provocaciones” a mis niños. Esto quiere decir que preparo un espacio
con unos elementos y dejo que los niños sean los que le den vida y significado.
Yo no sé lo que va a ocurrir de antemano, ni tengo unos objetivos prefijados,
puedo plantearme ciertas hipótesis que pueden cumplirse o no, pero son ellos
según sus intereses, iniciativa y necesidades los que le dan el significado. Yo
no sugiero ni dirijo lo que deben hacer, los observo y aprendo de ellos. También
les aporto la seguridad afectiva y emocional de que tienen disponible una
figura de referencia, tan importante en esta etapa.
En este caso, era una actividad sensorial ya que
predominaban los elementos naturales: semillas, arena, arcilla (barro), agua,
flores, ramas, piedras, plantas… De esta forma cobra importancia la exploración
a través del tacto, la vista, el olfato… porque cada elemento tiene unas características
particulares. Por contextualizar un poco la provocación, en este momento estábamos
trabajando en un proyecto sobre los insectos (entró una chinche en clase y eso
nos sirvió para tirar del hilo) Así que los elementos elegidos corresponden en
alguna medida al hábitat de algunos insectos.
Y ¿qué hicieron?
Empezaron con una exploración de los objetos de forma
sensorial: observando, tocando, oliendo…
Conforme exploraban comenzaba a salir el lenguaje: ¡es
suave! Decían mientras tocaban el barro, ¡está frío!, ¡es duro! Y lo comenzaban
a golpear con la mano… y de esta forma iban descubriendo por sí mismos las
características de los elementos que tenían disponibles. Para mí, mucho más
enriquecedor que si les hubiera explicado de antemano “que el barro es suave y
duro” ya que se habrían perdido el descubrirlo por sí mismos.
Una vez habían explorado cada elemento por separado, comenzó
una etapa de creación:
-desmigando el barro y trabajando de esta forma la
motricidad fina, amasándolo.
-envolviéndolo con los trozos de plástico que servían de salva
mantel.
-golpeándolo con el puño para transformarlo, golpeándolo
contra la mesa.
-esparciendo arena por encima y observando el contraste de
color.
-combinándolos con otros elementos: por proximidad, apilándolos,
clavándolos…
-metiendo y sacando los elementos de los botes.
-Al cabo de un rato, descubrieron que al mojar el barro
cambiaba su textura, su forma, se volvía blando, resbaladizo, la arena y las
hojas se quedaban pegadas, las manos se manchaban y se podían estampar, que al
estrujarlo caían gotas… ¡qué gran descubrimiento!
Unos estaban concentrados en un trabajo individual, otros lo
hacían en pequeño grupo, algunos se adentraron en un juego simbólico siendo
capaces de crear su propia historia con los materiales haciendo un uso “como sí”,
utilizando unos objetos en función de otros.
Como cada niño es diferente y se desarrolla a un ritmo
distinto, este tipo de actividad permite ajustarse a los diferentes intereses y
necesidades, ya que no hay un único nivel de acabado, lo importante no es el
producto, sino el proceso.
Por otro lado permite que se expresen de forma creativa sin
filtros, tal como son, lo que les sale, lo que necesitan expresar en ese
momento y no lo que nosotros quisiéramos que hicieran, nos permite que sean
ellos mismos.
Os dejo un vídeo que lo resume:
Laura Estremera
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