Pikler-Lóczy aportaciones para la escuela infantil 0-3 años
Cuando oímos hablar de Pikler Lóczy solemos relacionarlo con
el movimiento, con los bebés moviéndose en libertad, con bebés que aprenden por
sí mismos a voltear, a sentarse, a ponerse de pie, a andar... Pero la
aproximación pikleriana es mucho más.
Tuve la suerte de poder asistir a un
curso en la universidad de San Sebastián impartido por Anna Tardos (directora
del instituto Pikler de Budapest e hija de Emmi Pikler), Judit Kelemen
(educadora del instituto Pikler), Sjoukje Borbély (formadora del instituto
Pikler) y Elena Herran (profesora de la UPV).
Como muchos de vosotros me habéis pedido si podía
compartirlo, voy a intentar transmitir cuales son las aportaciones de la
pedagogía Pikler Lóczy para que el bebé
y el niño pequeño sienta bienestar en la escuela infantil 0-3.
Como introducción, os
copio parte del artículo que escribí para Educapeques en julio de 2016 en el
que intento transmitir una visión general, si queréis profundizar más en el
tema os dejo los enlaces a:
-Resumen de moverse en libertad (abarca la parte del
desarrollo motor autónomo)
-Resumen del libro Lóczy una insólita atención personal (con
vídeo al final), (abarca la parte de los cuidados)
-Mi libro en el que también se trata el tema del desarrollo
motor y que es de descarga gratuita.
Antes de nada, para el que no lo sepa, Emmi Pikler (1902 – 1984) era una pediatra
Húngara que realizaba su trabajo acudiendo a las casas de las familias (no en
un centro de salud), su visión del niño era diferente a lo que se estaba
acostumbrado en la época, por lo tanto, Emmi solía acompañar a las familias y
observar junto a ellas todo lo que el niño era capaz de hacer por sí mismo,
intentando transmitir su forma especial de ver el niño.
En 1946, asumió la dirección de una casa cuna situada en la
calle Lóczy de Budapest. En aquella época, los niños institucionalizados solían
padecer el llamado “síndrome de hospitalismo” o “depresión anaclítica” debida a
no tener una figura de apego. En este orfanato acudían bebés que necesitaban
cuidados prolongados porque la madre había fallecido en el parto, era
tuberculosa… Estos bebés podían permanecer en la casa cuna hasta los 2,5 o 3
años. Con las aportaciones de Emmi Pikler, no sólo se consiguió eliminar tal
síndrome y que llegaran a ser adultos sin problemas, sino que elaboró un gran
trabajo sobre el desarrollo motor autónomo y el juego.
En el año 2011 la casa cuna de la calle Lóczy desapareció como orfanato debido a la nueva
legislación de Hungría, pero desde 2006 pasó a funcionar como escuela infantil.
Pikler centró su trabajo en dos necesidades del niño:
-La necesidad de apego y
-la necesidad de autonomía.
Hasta el momento no había investigación que tratara estos
dos aspectos como las dos caras de una misma moneda.
La pedagogía Pikler –Lóczy estaba guiada por 4 principios, todos ellos igual de
importantes:
-
El valor de la actividad autónoma.
-
El valor de una relación afectiva privilegiada y
la importancia de la misma.
-
La necesidad de ayudar al niño a tomar
conciencia de sí mismo y de su entorno.
-
La importancia de un buen estado de salud
física, que sirve de base para poder aplicar los principios anteriores, pero
que a su vez también es su resultado.
En la época de Pikler (y lamentablemente hoy en día sigue
pasando) se confiaba poco en los bebés, en sus capacidades innatas, se pensaba
que sin la intervención directa del adulto, el niño no aprendería. En cambio
Pikler demostró que esto no era así, sino que el bebé por sí mismo aprendía a
aprender. Su mirada estaba centrada en el niño, en lo cotidiano y el adulto
tomaba una posición no intervencionista. Si se tenía en cuenta el punto de
vista del bebé, ambas partes (adulto y niño) estaban contentas y satisfechas y
se entendían mutuamente.
Sus aportaciones en cuanto a la parte emocional del niño,
los cuidados por parte del adulto, el movimiento y el juego fueron muy
importantes.
Pero el niño para moverse en libertad, para ir conquistando
su autonomía, para jugar libremente sin la necesidad del adulto guiándole,
necesita tener una seguridad emocional
que depende:
-De la
seguridad en sus cuidados: poder predecir qué pasará, respetar su ritmo
individual…
-Cómo
se siente: como lo cogen, la tensión en las manos del adulto, lo que le
transmiten con la voz, de disfrutar de una relación atenta, amistosa y de apoyo
con los adultos…
Con su necesidad
afectiva satisfecha, el bebé puede centrarse en el movimiento de su
cuerpo y en descubrir los objetos del entorno, es decir, jugar y moverse de
forma libre.
Aportaciones de la pedagogía Pikler Lóczy a la escuela 0-3
Os voy a intentar transmitir lo que a mí me aportó el curso,
lo que yo pude sacar de él, pero aún
intentando ser objetiva, inevitablemente va a ser una impresión basada en mis
pensamientos y mis impresiones ya que los apuntes que yo tomé, lo que para mí tenía
un peso especial, seguramente sea diferente para otra persona que asistió a las
mismas charlas.
El tema del curso era cómo poder aportar bienestar a un bebé
o niño pequeño que se encuentra en la escuela infantil teniendo en cuenta que
la escuela infantil es un entorno artificial y es posible que no se sienta bien
allí porque está en un periodo sensible de apego y el entorno natural de un
niño hasta los 3 años es su familia. Luego, lo principal en la escuela debe de
ser el bienestar del niño pequeño, todo debe de subordinarse a que el niño se
sienta bien.
Por lo tanto desde una visión pikleriana la actitud y la
forma de tratar a los niños por parte del educador es la base que proporcionará
al niño bienestar emocional y la seguridad necesaria para poderse mover y
jugar.
Esta es la declaración Pikler Lóczy de los derechos de los
niños y las niñas en las escuelas y jardines infantiles:
Como hemos podido ver antes, un punto importante es que el
niño se sienta bien, se le respete, se sienta importante y único y todo esto se
consigue desde los cuidados que recibe por su cuidador:
CUIDADOS
El bienestar del niño depende de las buenas atenciones cotidianas durante los cuidados.
El bienestar del niño depende de las buenas atenciones cotidianas durante los cuidados.
El cambio de pañales, el cambio de ropa, la alimentación, la
forma en la que el adulto lo coge en brazos… son momentos especiales y
personales con el niño: los niños deben de ser tratados con gestos delicados,
con un verdadero interés por parte del adulto, los movimientos deben de ser
lentos ya que los movimientos rápidos causan dolor. El adulto debe pararse y mirar al niño porque el niño necesita tiempo
para escuchar, comprender y después actuar. Al niño no se le apresura.
El tiempo es muy
importante:
Tiempo para poder
establecer una relación entre el adulto y el niño (El bebé y el niño
pequeño necesitan una persona fija y privilegiada, una figura de apego que es
la base de su socialización, esta figura suele ser la madre u otro cuidador
principal. El educador también ejerce de figura de referencia pero esta
relación necesita tiempo para constituirse, esta relación no se puede forzar,
el tiempo no se puede acortar.)
Tiempo para los
cuidados del niño (no se hacen rápido y de forma rutinaria, sino entablando
una verdadera relación con él, es su momento, en el que recibe la atención
plena del adulto)
Tiempo para respetar
la iniciativa del niño para comer, vestirlo, cambiarle el pañal… (Al
vestirlo, al cambiarlo… no se “lucha con él”, se espera hasta que el niño
estira el brazo para colocarle la manga, se respeta su postura no forzándolo a
estar tumbado, no se le vuelve a colocar tumbado en el cambiador cuando el niño
lucha por cambiar de postura pudiendo ser cambiado perfectamente de pie, no se
le apresura para comer, no se le fuerza…)
Tiempo para avisar al
bebé y prepararlo sobre lo que va a suceder (por ejemplo cuando se va a
coger en brazos a un bebé que está en el suelo, se le llama por su nombre, se
espera a que haya un contacto visual, se le avisa de lo que va a suceder y se
espera a que el bebé de muestras de que sabe que lo van a tomar en brazos)
Todo esto es costoso, pero repercute en el bienestar del
bebé en la escuela infantil.
Durante estos momentos de atención personal, el adulto pone palabras a los eventos para que se
integren en un Yo positivo, las palabras son importantes pero en realidad lo
son más los gestos. Las palabras
necesitan tiempo para ser entendidas.
La técnica de coger a los niños, vestirlos, cambiarlos… es
uniforme para todas las educadoras de esta forma le da seguridad al niño, pero
siempre adaptándolo a cada niño. ¿Y qué quiere decir adaptándolo a cada niño?
Pues que la mirada atenta de la educadora, su capacidad de
observación, le permitirá conocer al niño y acoplarse a él, ajustándose el adulto a cada niño. De esta forma el
trabajo del adulto no se convierte en una rutina y por otro lado cada niño se
siente único, ya que el trato que recibe es diferente e individualizado,
ajustado a sus preferencias y sintiéndose importante y comprendido. El adulto
que ha estado observando el juego del niño, puede hablar con los más mayores
sobre lo que el niño ha estado haciendo durante el día en esos momentos de
cuidado personal.
http://www.hez-igfh.de/kastli-s-erfolgreiche-betreuung-kleiner-kinder-aus-der-sicht-von-emmi-pikler/
Si el adulto no le presta la suficiente atención, luchará
por conseguirla, en el juego necesitará su presencia, pero puede prevenirse ofreciendo
unos cuidados de calidad.
ACTITUD DEL ADULTO
Aunque ya podemos hacernos una idea con lo que acabo de
comentar en el apartado anterior, las cuidadoras (en el instituto Pikler
solamente hay mujeres) son personas tranquilas con una gran clama interna (que se va cultivando con el tiempo). Como ya
hemos comentado antes, las palabras que transmite el adulto son importantes,
pero mucho más lo son sus gestos, su
forma de tratar al niño, de cogerlo, de mirarlo…
La educadora no toma una actitud parecida a la madre, ella
es consciente de su profesión y de que lo más importante para el niño es su
familia, durante los cambios, se habla de la familia del niño, de quién lo
vendrá a buscar… Durante el tiempo en la
escuela, lo más importante para el niño sigue siendo su familia.
La actitud del adulto es un modelo también en las situaciones difíciles, este siempre actúa con
calma y con un guión de actuación (tiene una coreografía en su mente sobre lo
que debe hacer) en el curso, nos pusieron un vídeo de una niña en el cambiador
descalza y el adulto quería calzarla. La niña tenía el zapato entre sus manos y
el adulto se lo pidió y esperó hasta que la niña se lo dio, esto requiere
tiempo, calma, espera, paciencia y llegar a un compromiso. La educadora podría
haber estirado del zapato que se encontraba entre las manos de la niña, haberlo
cogido y habérselo puesto en el pie. Hubiera costado menos tiempo, pero ¿le habríamos
ofrecido el mismo ejemplo? Si la educadora hubiera arrebatado el zapato de las
manos de la niña, esta habría recibido un mensaje contradictorio a lo que luego
“pretendemos enseñar” como no quitar los juguetes de la mano de los demás
niños. En las situaciones de cuidados aparecen muchas oportunidades para educar
que los adultos pueden tomar.
Unos cuidados de calidad previenen (o solucionan) muchos
conflictos, aunque las situaciones de conflicto son inevitables en una
situación de grupo a esta edad, gracias al adulto aprenden a vivirlas. Para los
niños no es fácil aprender situaciones sociales en una escuela porque están en
un proceso de maduración del yo y eso causa tensión, pero es cierto que los
adultos pueden disminuir o aumentar el nivel de agresividad del grupo, si sus gestos
son agresivos, no los atienden, los dejan solos… habrá más conflictos.
LA OBSERVACIÓN
Ya hemos comentado la importancia de adaptar y personalizar
los cuidados a cada niño, de conocerlos
bien, para que ellos puedan conocerse.
Para poder dar un trato personalizado a cada niño, los
adultos tienen que observarles y conocerles, para ello, tienen que pensar y sentir en el lugar del niño,
ser capaz de imaginarse en su mundo.
Durante el juego, la educadora está presente y ayuda en lo que necesite, está atenta, presta
atención, pero no sugiere ni dirige.
La observación no es una actividad, sino una actitud, esta actitud no la
distancia de los niños ya que permite conocerlos mejor, descubrir sus
posibilidades, sus preferencias… esta actitud la acerca a los niños.
A través del juego, puede descubrir cómo es la calidad de
movimiento del niño y en qué punto del desarrollo motor se encuentra, si tiene
interés por el juego, qué es capaz de hacer con los objetos y cómo es el uso de
sus manos…
Pero el adulto no confunde al niño con sus propias
expectativas y sus fantasías sobre lo que debería ya saber.
EL MOVIMIENTO
No podía terminar sin hacer un pequeño apunte sobre la
necesidad de movimiento libre.
El bienestar del bebé y del niño pequeño requiere de un entorno adecuado para cada edad y
bien preparado, un suelo adecuado. El adulto acompaña al niño como un sostén delicado en su proceso hacia la
autonomía, pero esta autonomía no es autoabastecimiento. La autonomía que
consigue el bebé y el niño pequeño es placer (lo hago yo) no es una obligación.
Los cuidados adecuados, el juego, el movimiento irán creando cada vez mayor
autonomía y a su vez, mayor autoestima.
“Para entender la aproximación pikleriana se necesita una actitud
diferente”
Laura Estremera
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