Calidad de Vida, aproximación al libro de Rebeca Wild
Con esta entrada os quiero aproximar a uno de los libros de Rebeca
wild, es uno de esos libros que te demuestran que hay otras formas de hacer las
cosas, que la única idea de escuela no tiene que ser la tradicional con un adulto
que enseña y unos alumnos que escuchan y aprenden.
Seas más o menos afín a otras formas de educación, aunque no
te interese la educación alternativa, activa, viva, libre… Creo que es un libro
que no te deja indiferente ya que muestra una educación en la que lo importante
es el respeto al niño. Pero no se limita a un respeto entre adulto y el niño o
entre iguales, un respeto a la naturaleza del ser humano, un respeto a sus
tiempos, a sus ritmos, a sus “leyes biológicas”, a los procesos de vida, a sus
intereses, a sus ganas de aprender, a su curiosidad, a sus necesidades, un
respeto en su globalidad.
Es un libro que te hace replantearte muchos aspectos de la
educación tradicional, que invita a la reflexión:
“Los escolares aprenden sobre todo a
sentarse quietos y a hablar sólo si son requeridos a ello. Deben responder a
preguntas programadas que ellos mismos no se han planteado, deben absorber por
partes unos conocimientos y ensayar unas técnicas que no responden a una
curiosidad propia sino que son dirigidos y generados desde fuera. La libertad
de escoger está enormemente limitada, suponiendo que exista, y el entorno es
tan pobre que las posibilidades de experimentar por medio de los sentidos se
reducen al mínimo. La alegría originaria con el propio placer ha sido reemplazada
por el elogio y la reprobación y cada vez más por la “caza a las notas”. Las
verdaderas emociones tienen poca relevancia; la adaptación a las exigencias
ocupan el primer lugar”.
Este fragmento del libro de Wild no se refiere a la
educación de nuestro país y en cambio me hace plantearme ¿es esto lo que
queremos ofrecerles a nuestros niños?
Rebeca y Mauricio crearon el Pestalozzi (su escuela libre,
que más tarde fue homologada por el estado y que consiguieron que abarcara
hasta secundaria) para su hijo, una escuela en la que predominaban las necesidades
reales de los niños, dando mucha importancia a la parte emocional y social de
la persona.
“Nuestra creencia en estos procesos
de vida nos animó a crear condiciones para que los niños pudiesen adentrarse en
la aventura de dedicarse a ser niños y de hacerse mayores a su manera, en lugar
de dejarse formar y educar desde fuera en aquello que los adultos han
determinado que es por su bien o que sirve a los intereses de la sociedad. Sin
embargo, esto no significa que en este viaje dejemos solos a los niños, sino
que compartimos con ellos eta aventura.”
“Cuando los niños llegan por la
mañana, tienen a su disposición todo un entorno preparado. En todas partes que
pueden demorarse, sea fuera como dentro, tienen a su disposición a unos
adultos. Su misión no es conducir a los niños a cosas o animarlos a hacer
determinadas actividades y sí tomar una actitud que muestre interés por ellos,
darles apoyo emocional y mantener un entorno distendido para todos (…) y, en el
caso necesario, poner límites.” (Haciendo referencia al jardín de
infancia)
El Pesta, no fue una teoría ni una idea, el Pesta ha sido
una escuela real, donde se ha demostrado que hay otras formas de ver la
educación.
“El reconocimiento de nuestra escuela
sin la imposición de tener que cumplir con un programa oficial de enseñanza
sólo se produjo cuando conseguimos explicar las conexiones neurobiológicas del
desarrollo del niño, de tal forma que los funcionarios del Ministerio de
Cultura ya no consiguieron encontrar objeciones a nuestro trabajo”.
La idea de espacio o aula, cambia completamente, también la
de actividad y como no, la de profesor. El objetivo es un desarrollo integral,
en el que el niño opere desde una motivación intrínseca, desde su verdadero
interés y no desde el que otro (adulto por supuesto) ha decidido meses antes,
en ocasiones todavía sin conocer a los que serán sus alumnos y ha reflejado en una programación.
“Todas las cosas y situaciones están
a libre disposición como ofertas neutrales. Así se motiva a los niños a actuar
desde su propio impulso interior de desarrollo y no porque les induzcan a ellos
los adultos, a los que están unidos por su necesidad de atención.”
“De todas estas cuestiones se infiere
claramente que los adultos acompañantes no pretendemos ser profesores sino
personas importantes de referencia que “piensan-con” y “sienten-con”, que están
ahí para los niños pero que no enseñan y dirigen. Nuestra prioridad es
apoyarles cuando tienen estrés emocional, dándoles suficiente seguridad cuando
quieren desahogarse llorando, estar presentes en sus conflictos sin tratar de
solventarlos para ellos, garantizar de que se respeten los límites y las reglas
acordadas para que el ambiente siga siendo relajado”.
Es un libro que sin
lugar a dudas, te hará reflexionar ¿Por qué nuestra educación está tan
centrada en el “memorismo” o no en la comprensión?, ¿Por qué la mejor nota es
para el que mejor consiga repetir las “respuestas correctas”?, ¿De verdad la
escuela prepara para la vida real?, ¿Se tiene en cuenta la parte emocional de
la persona?, ¿Qué importancia tienen las relaciones sociales? ¿Se fomentan o se
castigan los diálogos espontáneos e informales?, ¿Cómo afecta la educación recibida en los
primeros años en nuestra personalidad adulta?, ¿Qué podemos hacer para cambiar
todo esto?
“Los resultados de ver la vida como ésta se
pueden observar no sólo en el estado en que se encuentra nuestro planeta, sino
también en el de las personas que lo habitan: niños agresivos, tensos,
inseguros, quizá con la cabeza atiborrada de conocimientos pero que son
incapaces de estar satisfechos (…) este es el triste balance del modo en que
manejamos la fuerza humana creativa”.
(Refiriéndose a los adultos) “Esta actitud del sí-pero”
apunta hacia un verdadero dilema. Si, a pesar de la preocupación por las insuficiencias
de nuestra generación, nos proponemos crear circunstancias para que los niños
no pierdan su vivacidad originaria y
puedan madurar hasta convertirse en personas íntegras, quizá nos hagamos
sospechosos de no tomar suficientemente en serio las necesidades y dificultades
de los adultos. ¿Cómo podemos los adultos, que hemos sido educados “a la
antigua”, hacernos a las características que se ajustan al paradigma del
respeto mutuo y la cooperación con los procesos de vida asumiendo nuestras
responsabilidades al respecto?”
¿Te animas a leerlo?
Laura Estremera
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