Lóczy, una insólita atención personal (resumen)
Seguramente la palabra Pikler o Lóczy te suene a moverse en
libertad (si quieres ver un resumen, pincha aquí). Hoy os voy a hablar de un
libro que explica cómo trabajaban en el instituto Lóczy, no sólo en el ámbito
del desarrollo motor.
Cuando leí Moverse en libertad, me quedaron muchos frentes
abiertos y muchos interrogantes, pues bien, en este libro, te resuelven algunos
de ellos, aunque todavía quedan unos cuantos abiertos como es el tema del juego
en profundidad.
No hay que olvidar al leer este libro que estamos hablando
de una institución, de niños que se encontraban en un orfanato y no de niños
criados bajo el cariño de sus padres, porque si no nos centramos en el lugar,
muchas de las cosas nos pueden parecer impactantes.
El instituto Lóczy, acogía niños desde el nacimiento hasta
los 3 años aproximadamente por diferentes motivos: muerte de los padres,
enfermedad, problemas con la familia, algún abandono… Y uno de los objetivos
principales del centro de acogida era crear un entorno favorable para los más
pequeños, dar lo mejor de sí y sobre todo, evitar el famoso síndrome de
hospitalismo típico de los niños criados en instituciones.
Este libro, no está escrito por la doctora Pikler ni por la
doctora Falk (directoras del centro) sino que es el resumen de lo que pudieron
ver una psicóloga y una psiquiatra (las autoras del libro) en una estancia de
15 días en 1971 en el centro. La parte positiva es que son imparciales y
explican tanto los puntos fuertes como los débiles de la institución (cómo
pasaron de no entender lo que se hacía en el centro y a cuestionarlo a dedicar
el resto de su trayectoria profesional bajo la influencia de Lóczy). De hecho,
la relación surge porque Judit Falk acude a una conferencia de Apell (una de
las autoras del libro) en 1967 sobre los
“Efectos de la carencia de los cuidados maternales en los centros de acogida”
tras esta, Falk como oyente intenta explicar lo que hacía junto a Pikler en su
centro. Resulta tan diferente a lo que se hacía hasta el momento y tan difícil
de llegar a entender (¿por qué nunca le dan al bebé un juguete en las manos?,
¿por qué no lo colocan en diferentes posturas?, ¿Por qué los dejan en el suelo?)
Que deciden visitar su centro para verlo
de primera mano. En 1968 viajan 3 días al instituto Lóczy y se quedan tan
impresionadas con lo que ven, que no llegan a creerlo y deciden volver en 1971, de esta última visita,
nace este libro.
“Solo podemos dar
testimonio de que no se parecen en nada a los pequeños que hemos visto en las
antiguas inclusas o en ciertas salas de preventorios de grandes instituciones o
incluso de ciertas guarderías (…) Tienen toda la apariencia salvo en un número
muy reducido de niños problemáticos, de gozar de buen estado de salud. Son
hermosos, bien desarrollados, armoniosos, despiertos, activos, confiados y
abiertos hacia los adultos. Pero también son diferentes, aunque de manera
sutil, a niños que conocemos de la misma edad y que viven felices con su
familia.”
En el instituto Lóczy, todo está medido, meditado y pensado.
No se hacen las cosas por azar, ni por comodidades administrativas, sino que
desde su experiencia y conocimientos teóricos, hacen lo que creen que puede
favorecer a los niños.
“La doctora Pikler y
sus colaboradoras han centrado incesantemente su atención en los niños,
preocupándose por comprobar su estado de salud y de desarrollo, de detectar
cuanto antes aquello que, en el funcionamiento institucional, pudiera serles
perjudicial, intentando poner remedio enseguida mediante modificaciones
apropiadas, luchando sin descanso para eliminar los factores de carencia
habituales en los medios institucionales así como las fuentes de traumas y
tensiones, perjudiciales para la salud de cada niño.”
¿Cuántos adultos trabajan en la institución?
En el momento de la observación, había 51 niños, los cuales
eran cuidados por 23 educadoras de
unos 20 años, el dato me ha resultado chocante ya que algunas tenían formación,
pero a otras se les formaba allí mismo (casi todas tienen el bachillerato) y
muchas se marchaban tras varios años en la institución para promocionarse profesionalmente.
Estas eran las personas que estaban directamente al cargo de
los niños, sus figuras de referencia, las cuales hacían turnos de 8 horas, por
lo que cada niño, pasaba diariamente por 3 educadoras, siendo solamente una de
ellas, figura de referencia principal.
Como ya hemos dicho anteriormente, en Lóczy estaba todo
medido ( con cierto margen de flexibilidad en el hacer, no en los objetivos)
así que cuando una educadora se marchaba, se programa de tal manera que fuera
lo menos brusco para el niño. Así como cuando se cambiaba a los niños de
habitación, de espacio… Se hacía de la manera que menos pudiera interferir al
niño.
4 ayudantes de
educadora: ayudaban pero no intervenían de manera directa con los niños.
Eran chicas jóvenes en vacaciones, que se planteaban la profesión de educadora…
Entre 4 y 6 nodrizas,
que amamantaban a los bebés, no eran educadoras, vivían en la institución, la
mayoría eran madres solteras.
2 enfermeras
Una maestra de educación
infantil que atendía a los niños desde los 16 – 18 meses en el jardín de
infancia que había dentro de la institución. Los niños acudían allí en pequeños
grupos y en sesiones cortas, los más pequeños varios días por semana, los más
mayores, a diario.
6 psicólogas, que
hacían trabajo científico, de asesoría pedagógica a las educadoras…
5 médicas
Otras 24 personas:
que realizaban trabajos científicos, administración, limpieza, mantenimiento…
El instituto, tenía 4
principios fundamentales:
-Valor de la
actividad autónoma:
Si ya leísteis Moverse en libertad, allí hacen referencia a
este punto. Cómo el propio niño es el protagonista de su historia, cómo a
través de su propia iniciativa descubre el mundo y para ellos es muy importante
poner las situaciones adecuadas, pero no intervenir. Respetar sus ritmos (salvo
en los casos de retraso importante), reconocer los logros de los niños
verbalmente para que tome conciencia de sus avances, pero desde la distancia,
de forma discreta, pero afectiva.
-Valor de la relación
afectiva privilegiada e importancia de la forma particular que conviene darle
en un marco institucional.
Al hablar del número de educadoras, hemos comentado que por
cada niño pasaban 3 educadoras diarias, siendo una de ellas, su figura de
referencia, y se pretendía que estas fueran constantes a lo largo de su tiempo
en la institución. Cada niño, recibe una
insólita atención personal a través de los cuidados personales (el baño, la
comida…) en ese momento, la educadora se dedica exclusivamente a ese niño, sin
distracción, siendo toda para él. En el resto e momentos, se favorece la autonomía
del niño y el juego libre, aunque el niño siempre tendrá a su educadora a la vista (a pesar de que esté
atendiendo a otro niño, pero esto le dará seguridad)
Este punto que puede resultar chocante, hay que trasladarlo
al tipo de institución en la que se encuentran los niños, en la que las
educadoras evitan “prometerles más de lo
que les pueden dar, pero lo que se les ofrece debe ser constante y seguro”
Por esta razón, no hacen juegos de falda con ellos…
“Al crear una relación
real y cálida, se evita desarrollar una demanda afectiva demasiado grande. Por
el hecho de vivir en colectividad la avidez del contacto de los niños debe
limitarse, de lo contrario será fuente de frustración, inquietud y agresividad.
La actividad libre, divertida y satisfactoria, le permite renunciar en parte a
sus exigencias de contacto, y asimismo la dedicación que se le ofrece durante
las actividades de atención personal garantiza el nivel de contacto
indispensable, pero suficiente, para que el pequeño no naufrague en la falta de
afectividad ni en el síndrome de insatisfacción afectiva.”
El adulto sólo interviene de manera activa en 3
circunstancias: cuando el niño se encuentra en una situación difícil, cuando
hay una disputa o cuando se detectan signos de cansancio. Buscando a educadora
una forma de devolver su bienestar, pero no entrometiéndose en su actividad.
-Necesidad de
favorecer en el niño la toma de conciencia de sí mismo y de su entorno
Esto se consigue sobre todo en las atenciones personalizadas
cotidianas: la alimentación, el baño, el cambio de pañal, el vestir, el
desvestir y los exámenes médicos.
“Nunca se considera al
niño como un objeto sino que siempre se trata como un sujeto. Desde la más
temprana edad y partiendo de él, se intenta que tenga un papel activo cada vez
que se encuentra en contacto con él.”
“-las diferentes
secuencias de actividad de atención personal se realizan siempre de forma
idéntica incluso en los detalles (…) de
modo que el niño puede, o llegará a poder, anticiparlas.
-No hay prisas ni
brusquedad (…) siempre parece conceder al niño todo el tiempo que necesita.
-Las actividades de
atención personal nunca se interrumpen (…) la educadora termina siempre al
ritmo del niño lo que ha empezado a hacer con él”.
Todas estas atenciones se realizan en orden, un niño tras
otro, siempre en el mismo orden. Puede parecer rígido, pero ese orden da estabilidad
a los niños siendo capaces de anticipar lo que va a suceder y por otro lado, no
es un orden arbitrario, sino que se efectúa en función de los ritmos observados
en cada niño. Respetando sus momentos de juego, sueño… Permitiendo que unos
niños duerman mientras otros juegan y mientras otros son atendidos y evitando
de este modo, tiempos de espera innecesarios por parte de los niños.
-Importancia de un
buen estado de salud que subyace, pero que también resulta, de la adecuada
aplicación de los principios precedentes.
Se recogen informaciones diarias sobre cada niño, que
analizan los médicos, y de esta manera, poder personalizar las atenciones.
Como dato curioso, cuando un niño está enfermo es cuidado
dentro de su grupo, ya que como si de una unidad familiar se tratase, cuando el
niño está enfermo necesita más que nunca a su cuidadora y su entorno.
La vida en al aire libre cobra gran importancia, las
terrazas, el jardín es utilizada al máximo siempre que el tiempo lo permite.
Durante medio año, pasan los días enteros prácticamente en el exterior. Todos,
desde las 4 semanas de edad, duermen la siesta en el exterior hasta a 10º bajo
cero, y los mayores salen a pasear a diario y están en el exterior un máximo de
2 horas haga el tiempo que haga.
También son importantes las actividades que implican otras
relaciones sociales diferentes a la que establecen con su educadora: la
asistencia al jardín de infancia, los paseos
y salidas fuera de la institución, las fiestas de cumpleaños…De forma
que los niños amplíen su abanico de relaciones, tengan nuevas experiencias y
rompan con la monotonía cotidiana.
Como resumen, en Lóczy (posteriormente pasaría a llamarse
instituto Pikler) sentaron unas bases muy importantes que crearon un cambio en
la forma de ver a los niños criados en institución:
-Aunque la relación afectiva nunca pueda compararse con la
dada en el seno familiar, pretendieron crear un a relación privilegiada entre
niños y educadoras. Mediante las actividades de atención individualizada, el
niño podía gozar de una atención exclusiva para él.
-Los niños siempre se trataban como personas, no como
objetos: explicándoles las cosas, hablándoles, mirándolos a los ojos, tomándolos con suavidad, desde recién
nacidos hasta los más mayores.
-Preservaron el desarrollo psicomotor e intelectual: a
través del movimiento libre, el juego libre… evitaron el retraso psicomotor
típico de los niños criados en colectividad. Pero estos avances sólo tienen
sentido y muestran verdaderos avances si se acompaña de un adecuado desarrollo
afectivo.
-Las actividades de investigación y de formación, nos han
permitido conocer lo que se hacía en la institución y los avances que se
consiguieron.
Al final del libro, se encuentra la un resumen de la
evolución del instituto Pikler desde 1968 hasta 2008.
Para concluir os dejo un vídeo de Bernard Martino: Lóczy, un
hogar para crecer. Es largo, dura 2 horas 50 min. Pero podéis ver lo que os
acabo de contar.
“El niño no es una
marioneta en manos de un adulto todopoderoso, educar no es deformar”
David, M; Appell, G.(2010) Lòczy, una insólita atención
personal.Barcelona. Octaedro /Rosa Sensat.
Laura Estremera
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